El predicador

El predicador

Yalāl ad-Dīn Rūmī

Amor y amistad Cortos Valores morales

Cuando el predicador pide buenos deseos para los que tienen corazones endurecidos hay quien se pregunta porque no pide por los hombres justos

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El predicador

Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo:

«¡Oh, Señor: ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!».

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros.

Un día, sus oyentes le dijeron:

«¡No es costumbre rezar así! Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados».

Pero él replicó:

«Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraído por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe».

FIN